La tolerancia es un acto de humanidad que debemos alimentar y practicar, cada día en nuestra propia vida, a fin de celebrar la diversidad que nos hace fuertes, y los valores que nos unen.
El 16 de noviembre, la comunidad mundial, celebra el ‘Día Internacional de la Tolerancia’, con actividades dirigidas tanto a instituciones educativas, como al público en general.
En todo el mundo, las sociedades están experimentando una profunda transformación, al tiempo que la mundialización se está acelerando. Ello abre grandes oportunidades para el diálogo y el intercambio. Pero también está planteando nuevos desafíos, agudizados por la desigualdad y la pobreza, los conflictos persistentes, y los movimientos de población. Asistimos al auge de políticas excluyentes y discursos de división. Vemos cómo se rechaza la diversidad, como fuente de debilidad. Vemos cómo se glorifican mitos de culturas tradicionales ‘puras’, alimentados por la ignorancia y a veces por el odio. Vemos cómo se reprime y se señala a los ‘otros’ como chivos expiatorios. Vemos bárbaros ataques terroristas diseñados para debilitar el tejido de la convivencia.
En este contexto, la tolerancia debe ser algo más que la indiferencia y la aceptación pasiva del otro. La tolerancia debe verse como un acto de liberación, por el que las diferencias de los demás, se aceptan igual que las nuestras. Esto significa, respetar la gran diversidad de la humanidad sobre la base de los derechos humanos. Significa, relacionarse con los demás, tendiendo nuevos puentes de diálogo. Significa oponerse a toda forma de racismo, odio y discriminación, porque discriminar a una persona, es discriminar a todos.
La tolerancia es una lucha por la paz. Esta lucha requiere nuevas políticas que respeten la diversidad y el pluralismo sobre la base de los derechos humanos. Sobre todo, requiere que cada uno de nosotros, mujeres y hombres de todo el mundo, promovamos la tolerancia en nuestra propia vida, procurando entender a los demás, rechazando toda forma de racismo y de odio, incluido el antisemitismo.
La función de la UNESCO en las Naciones Unidas, consiste en estrechar los lazos que unen a una misma humanidad, por medio del entendimiento, el diálogo y el conocimiento.
Las Naciones Unidas se han comprometido a fortalecer la tolerancia mediante el fomento de la comprensión mutua entre las culturas y los pueblos. Este imperativo está en la base de la Carta de las Naciones Unidas, y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y es más importante que nunca, en una era en que el extremismo y el radicalismo violentos van en aumento, y en que se amplían los conflictos caracterizados por un menosprecio fundamental de la vida humana.
En 1995, los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), adoptaron una ‘Declaración de Principios sobre la Tolerancia’. La Declaración afirma, entre otras cosas, que la tolerancia no es indulgencia o indiferencia, es el respeto, y el saber apreciar la riqueza y variedad de las culturas del mundo, y las distintas formas de expresión de los seres humanos. La tolerancia reconoce los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los otros. La gente es naturalmente diversa; sólo la tolerancia puede asegurar la supervivencia de comunidades mixtas, en cada región del mundo.
La Declaración describe la tolerancia no sólo como un deber moral, sino como un requerimiento político y legal para los individuos, los grupos y los estados. Sitúa a la tolerancia en el marco del derecho internacional sobre los derechos humanos, elaborados en los últimos cincuenta años, y pide a los estados que legislen para proteger la igualdad de oportunidades de todos los grupos e individuos de la sociedad.
La injusticia, la violencia, la discriminación y la marginalización son formas comunes de intolerancia. La educación es un elemento clave para luchar contra estas formas de exclusión, y ayudar a los jóvenes a desarrollar una actitud independiente y un comportamiento ético. La diversidad de religiones, culturas, lenguas y etnias; no debe ser motivo de conflicto, sino una riqueza valorada por todos.
¿Cómo luchar contra la intolerancia?
1. Luchar contra la intolerancia exige un marco legal
Los Gobiernos deben aplicar las leyes sobre derechos humanos, prohibir los crímenes y las discriminaciones contra las minorías, independientemente de que se cometan por organizaciones privadas, públicas o individuos. El Estado también debe garantizar un acceso igualitario a los tribunales de justicia, a los responsables de derechos humanos y a los defensores del pueblo, para evitar que las posibles disputas se resuelvan por la violencia.
2. Luchar contra la intolerancia exige educación
Las leyes son necesarias, pero no suficientes para luchar contra la intolerancia y los prejuicios individuales. La intolerancia nace a menudo de la ignorancia y del miedo: miedo a lo desconocido, al otro, a culturas, naciones o religiones distintas. La intolerancia también surge de un sentido exagerado del valor de lo propio y de un orgullo personal, religioso o nacional, exacerbado. Estas nociones se aprenden a una edad muy temprana. Por eso es necesario poner énfasis en la educación y enseñar la tolerancia y los derechos humanos a los niños, para animarles a tener una actitud abierta y generosa hacia el otro. La educación es una experiencia vital que no empieza ni termina en la escuela. Los esfuerzos para promover la tolerancia a través de la educación no tendrán éxito, si se aplican a todos los grupos en todos los entornos: en casa, en la escuela, en el lugar de trabajo, en el entrenamiento de las fuerzas del orden, en el ámbito cultural y en los medios sociales.
3. Luchar contra la intolerancia requiere acceder a la información
La intolerancia es especialmente peligrosa cuando individuos o grupos de individuos la usan con fines políticos o territoriales. Identifican un objetivo, y desarrollan argumentos falaces, manipulan los hechos y las estadísticas y mienten a la opinión pública con desinformación y prejuicios. La mejor manera de combatir estas política,s es promover leyes que protejan el derecho a la información, y la libertad de prensa.
4. Luchar contra la intolerancia requiere una toma de conciencia individual
La intolerancia en la sociedad, es la suma de las intolerancias individuales de todos sus miembros. La intolerancia religiosa, los estereotipos, los insultos y las bromas raciales, son ejemplos de intolerancia, que se viven en lo cotidiano. La intolerancia lleva a la intolerancia, y para luchar de forma efectiva, es necesario que cada uno examine su papel en el círculo vicioso que lleva a la desconfianza y a la violencia en la sociedad. Todos debemos preguntarnos: ¿soy una persona tolerante? ¿Juzgo a los otros con estereotipos? ¿Rechazo a los que me parecen diferentes?
5. Luchar contra la intolerancia exige soluciones locales
Los problemas que nos afectan son cada vez más globales, pero las soluciones pueden ser locales, casi individuales. Ante una escalada de intolerancia, los gobiernos o las instituciones no pueden actuar solos. Todos formamos parte de la solución y tenemos una enorme fuerza a la hora de enfrentarnos a la intolerancia. La no-violencia, puede ser una herramienta muy efectiva para confrontar un problema, crear un movimiento, demostrar solidaridad con las víctimas de la intolerancia, o desacreditar la propaganda fomentada por el odio.