Pocos lo conocen, pero es un deporte. Consiste en mantenerse sumergido la mayor cantidad de tiempo.
¿Cuánto sería capaz de aguantar sin respirar en una piscina o en el mar? ¿20 segundos?, ¿30 segundos? Hay quien ha aguantado hasta 24 minutos, eso sí, con un entrenamiento específico para poder practicar apnea deportiva, así es como se llama esta técnica, que hace capaces a quienes la practican, de permanecer sumergidos en agua durante un largo tiempo, sin ayuda de snorkel o bombona de oxígeno. Existen dos modalidades de apnea deportiva, la de profundidad (en el mar) y la de piscina. Cada una de ellas tiene a su vez, otras tres categorías. La modalidad de profundidad, está integrada por peso constante sin aletas; peso constante con aletas e inmersión libre. En piscina, se puede realizar apnea dinámica con aletas, sin aletas, o apnea estática.
A pesar de que muchos pueden ver este deporte como un entrenamiento físico, su base principalmente está en la relajación mental del individuo que lo practica, sumándose también una buena alimentación, hidratación, y el condicionamiento del cuerpo en ambientes de hipoxia.
El tiempo que una persona puede permanecer bajo el agua sin sufrir daños irreversibles, es variable. Normalmente una persona no puede estar más de 10 segundos sin respirar, pero en casos concretos, ese tiempo puede superar el minuto. El Dr. García asegura que con entrenamiento se pueden alcanzar los 2 minutos y medio, sin inspirar. El récord mundial varía, según la modalidad.
Riesgos de la apnea deportiva
Aquel que decide bajar en grandes profundidades, sabe que se expone a una serie de consecuencias:
1. Los pulmones se expanden, por lo que disminuye la presión del oxígeno produciendo hipoxia, es decir, una disminución de la cantidad de oxígeno, que llega a los órganos. Esto puede conducir a una pérdida del control motor.
2. Pérdida de consciencia, total o parcial que puede llevar a la muerte.
3. Síncope durante el proceso en el ascenso: debido a una falta de oxígeno en el cerebro, durante la apnea se puede producir una pérdida del conocimiento, acompañada de paralización de los movimientos del corazón y la respiración.
De hecho, no sólo puede producir la muerte del buceador, sino que además, puede dejarle secuelas como altos niveles de la proteína S100B, que pueden llevar a provocarle la muerte neuronal, y dañar el cerebro a largo plazo.