Los baños forestales, se han convertido en un reconocido método de relajación y actividad de gestión del estrés.
Estos baños forestales fueron propuestos por primera vez en 1982. En el Extremo Oriente, los viajes en busca de un ‘baño forestal’ (Shinrinyoku en japonés; Samrimyok en coreano), son una aproximación ancestral a los bosques, similar a la aromaterapia. La vida en contacto con la naturaleza hace más inmune a las personas (a hinchazones y alergias), más felices (serotonina, terapia) y menos proclives a la ansiedad.
La actividad también es conocida con la expresión inglesa ‘earthing’, cuyos principios son descritos por Clinton Ober, Stephen T. Sinatra y Martin Zucker en un ensayo con el mismo nombre.
Darse un ‘baño de bosque’ puede ser una receta muy útil para combatir situaciones de ansiedad o de estrés, nada nuevo hasta ahí, pero científicos y médicos han comprobado los múltiples beneficios terapéuticos que puede tener para mejorar también otras enfermedades.
Los ‘baños forestales’, o la familiaridad con los bosques y su humus a través de la observación y el contacto (con la tierra, respirando aromas naturales, percibiendo con todos los sentidos), son reivindicados, tanto por la cultura oriental, como por la cultura clásica occidental. Los olores del bosque, los sonidos y la luz tienen un efecto curativo que se ha medido científicamente.
Los aceites esenciales de la madera, conocidos con el nombre de fitoncides (phytoncides), se emiten por las plantas y mejoran el sistema inmunológico humano. Las células específicas del sistema inmune, las llamadas células asesinas naturales, aumentan en número en respuesta a los fitoncides. Las células asesinas naturales combaten las enfermedades, incluido el cáncer. Los fitoncides son conservantes y fungicidas naturales, clasificados como compuestos orgánicos volátiles antimicrobianos, y también se pueden utilizar como aceites esenciales en la aromaterapia.
El contacto con los bosques maduros, aquellos en los que la intervención humana es muy limitada, propicia un aumento de las proteínas anticancerígenas; refuerza el sistema inmunitario, rebaja la adrenalina o reduce la tensión arterial, pero además ha demostrado su eficacia para mejorar el estado de salud y el bienestar de los pacientes con fibromialgia. Según los primeros estudios piloto, estos enfermos (que padecen un dolor muscular y una sensación de fatiga prácticamente crónicos) pueden llegar a reducir a la mitad los días que sufren dolor, cuando realizan ejercicios en esos espacios naturales.
El secreto está en la dosis, y las plantas han evolucionado hasta apreciar esta vieja máxima: en su justa medida, bacterias, fungi e insectos desarrollan su misión en una dialéctica beneficiosa, tanto para la planta, como para los organismos.
Los ‘baños forestales’ permiten a cualquier urbanita entrar en contacto con el aroma del bosque; la experiencia sonora, visual y olfativa se convierte también en una actividad que regula el organismo y calibra desde nuestras defensas, hasta el estado de ánimo.
Los espacios con abundancia de árboles, fortalecen la salud de quienes los disfrutan. Esta es al menos la conclusión de un estudio realizado a 280 personas en Japón.
De hecho, la ‘medicina forestal’ está muy extendida en otros países, y en algunos de ellos, se han invertido grandes cantidades en investigación para demostrar el valor terapéutico de los bosques, se han incorporado esas terapias en la cartera pública de servicios, y se han censado medio centenar de bosques con esas cualidades beneficiosas para la salud.
En España, algunas organizaciones e instituciones están impulsando iniciativas similares para salvaguardar y asegurar la conservación del ‘casco antiguo’ de los mejores bosques, de aquellos que tienen un elevado valor natural y potencialidades terapéuticas.
Para compaginar la conservación de esos ‘cascos antiguos’ de los bosques y los legítimos intereses de propietarios, los promotores para esta iniciativa, plantean acuerdos de custodia de esos lugares, sistemas de compensación económica, por ejemplo, comprar los derechos de tala, o poner precio al servicio ambiental, en este caso terapéutico, que prestan a la sociedad.
Es el de la salud y el bienestar, uno de los servicios más importantes que presta la naturaleza, pero quizás también uno de los más desconocidos; de momento, porque en algunos ámbitos de la sanidad comienza ya a hablarse del ‘déficit de naturaleza’, como un problema nuevo que vincula la falta de contacto con esa naturaleza y determinados síntomas característicos de la vida más urbanita.