La sauna estimula a nuestro cuerpo de una manera parecida a la actividad física o el ayuno. El reto que supone para nuestro cuerpo estar expuesto a estos estímulos nos hace mejorar en todos los sentidos.
En el caso de la sauna, hablamos de estímulos térmicos, una manera más de estresar o estimular a nuestro cuerpo para que active diferentes mecanismos de acción y reparación.
Puede parecer extraño que poner nuestro cuerpo bajo estrés sea positivo, pero cuanto más conocemos sobre la fisiología del cuerpo humano, más nos damos cuenta que tan malo es el exceso de estrés como su ausencia.
La clave para que este tipo de estresores sean beneficiosos es que tengan una intensidad y duración adecuada, y que el cuerpo tenga los recursos para afrontarlos.
Por ejemplo, es probable que correr durante 45 minutos sea beneficioso, pero si corres durante 12 horas sin parar, también es probable que termines con una lesión. Con los estímulos térmicos pasa igual.
Beneficios de la sauna en el corazón
La Organización Mundial de la Salud estima que casi 18 millones de personas mueren cada año por enfermedades cardiovasculares, aproximadamente un tercio de todas las muertes en todo el mundo.
Las enfermedades cardiovasculares se pueden prevenir en gran medida con intervenciones sobre el estilo de vida.
Comer alimentos y no productos procesados, respetar las horas de descanso y espaciar las comidas tienen unos efectos preventivos muy potentes sobre este tipo de padecimientos.
Dentro de este estilo de vida, la sauna puede ser un complemento interesante. Las personas que utilizan la sauna a largo plazo suelen experimentar mejoras en varios aspectos de la salud cardiovascular, que incluyen:
Son tan similares los efectos mimetizantes de la sauna y del ejercicio físico, que se ha propuesto el uso de la sauna y otras formas de terapia de calor como alternativas al ejercicio para personas que no pueden participar en actividades físicas debido a una enfermedad crónica o limitación física.
Mejora el desempeño aeróbico
Elevar la temperatura corporal de manera temporal no es solo bueno para la salud general, también para tu rendimiento deportivo. Una forma de lograrlo es entrenando con temperaturas elevadas, la otra es con la sauna.
La sauna produce múltiples adaptaciones fisiológicas que benefician el rendimiento aeróbico:
Cómo usar la sauna correctamente
Una de las limitaciones de todos estos estudios mencionados es la del establecimiento de protocolos para la obtención de estos resultados.
El estudio que habíamos comentado al principio sobre el factor de riesgo de la enfermedad cardíaca isquémica de Kuopio y su relación con los baños de calor establece que para obtener el máximo beneficio, los adultos sanos deben practicar el baño de sauna siguiendo las siguientes pautas:
Frecuencia: 4 a 7 sesiones por semana
Duración: aproximadamente 20 minutos por sesión
Temperatura: al menos 78,9 ° C , normalmente de 80 ° C a 90 ° C
Es evidente que para muchos de nosotros, hacer sauna cada día es impensable. La buena noticia es que los efectos de la sauna son sumatorios a otras intervenciones sobre nuestro estilo de vida, como el deporte, las duchas de agua fría o el ayuno intermitente.
Así, nuestro protocolo debería ser el siguiente: