No tiene boca, ni estómago, ni ojos, pero sí puede detectar alimento, y digerirlo.
Tampoco tiene brazos ni patas, pero puede moverse, y en un solo día, duplicar su tamaño. Es capaz de aprender y transmitir su conocimiento a otros, aun sin tener cerebro. Si es cortado por la mitad, tiene la capacidad de sanar en dos minutos.
Los científicos saben que no es una planta, ni un animal, ni un hongo, aunque actúa como una mezcla de estos dos últimos. Y en su mundo, no hay machos ni hembras, sino 720 sexos diferentes, por lo que la reproducción no es un problema. Se trata del physarum polycephalum, que literalmente quiere decir ‘moho de muchas cabezas’. Es una masa esponjosa, amarilla y viscosa, también conocida como ‘blob’, en alusión a una película de 1958, sobre una criatura pegajosa extraterrestre, que lo devora todo a su paso. Esta criatura se encuentra en exhibición, en el Parque Zoológico de París, Francia.
El physarum polycephalum, ya existía en la Tierra, 500 años antes de los seres humanos. No se sabe muy bien de qué se trata. Durante mucho tiempo fue considerado un hongo, pero en la década de 1990, un estudio lo reclasificó en el grupo de los mixomicetos, o moldes de baba, una subcategoría de la familia ameba.
El ‘blob’ se compone de una sola célula, a veces con muchos núcleos, que pueden replicar su ADN y dividirse.
Es hallado frecuentemente, en sitios donde hay descomposición de hojas y troncos de árboles, sitios frescos y húmedos. Parece estacionario, pero avanza por el terreno, a un ritmo de un centímetro por hora, en busca de presas, entre esporas de hongos, bacterias y microbios.
Una de las características del ‘blob’, que más fascina a los científicos, es su capacidad de raciocinio. Es capaz de memorizar, capaz de adaptar su comportamiento, capaz de resolver problemas, de moverse alrededor de un laberinto, de buscar soluciones de optimización, y hasta de comportarse un poco como un animal. Cuando se fusiona con otro, puede transmitir el conocimiento.
Los científicos llegaron a la conclusión de que el ‘blob’, a pesar de no contar con un sistema nervioso central, puede ‘aprender’ a partir de la experiencia, y cambiar su comportamiento en consecuencia. En experimentos de laboratorio, los científicos observaron cómo el moho se adaptaba a un camino por un estrecho puente hacia una fuente de alimentación.
Las características de este ser, son espectaculares por sí mismas. Se reproduce mediante la producción y liberación de esporas, que se convierten en nuevos ‘blobs’. Puede morir de varias formas, pero también entrar en dormancia, secándose. ¡En ese estado, es casi inmortal... Incluso se puede introducir en el microondas varios minutos, y con unas gotas de agua, ¡voilà!, el ‘blob’ vuelve a la vida, buscando alimentarse y procrear.