Resguardado por los exuberantes bosques del condado de Mayo en Irlanda, y rodeado de un entorno natural privilegiado, se alza imponente el Castillo de Ashford.
Ubicado a orillas del apacible lago Corrib, esta joya medieval, alberga un lujoso hotel de cinco estrellas, que ofrece el estilo de vida y las amenidades que se esperan de las casas reales europeas. Se trata de un alojamiento en un edificio histórico, con un encanto especial, y situado en un lugar privilegiado.
El Castillo de Ashford, es el más antiguo de Irlanda, y el sitio ideal para satisfacer la fantasía medieval de todo viajero. Después de ser el objeto de fieras batallas, y cambiar de propietario en varias ocasiones, en 1852, esta fortaleza pasó a las manos de Sir Benjamin Lee Guinness y, posteriormente, a las de su hijo Lord Ardilaun, que ordenó su remodelación y le añadió el ala oeste, de estilo victoriano.
También mandaron construir nuevos caminos y repoblar con miles de árboles, sus alrededores. Por fin, cuando en 1939, el empresario hotelero Noel Huggard adquirió la propiedad, el Castillo de Ashford abrió sus puertas convertido en un lujoso hotel que aloja a huéspedes de todo el mundo, ofreciéndoles una interesante experiencia. Cada rincón del legendario Castillo de Ashford, emana historia. Los resplandecientes salones y corredores, así como sus exquisitas habitaciones y suites, han sido cuidadosamente restaurados para rescatar su esplendor de antaño, o mantener intactos sus detalles históricos. Sus amplias suites están mayormente ubicadas en la parte más antigua del castillo, que data de los siglos XIII y XVII. Cuentan con camas con dosel y conservan sus chimeneas originales.
Estos son espacios que invitan a la contemplación de las impresionantes vistas del lago y del mismo pasar del tiempo. No son sólo sus interiores y su clásica arquitectura lo que hacen del Castillo de Ashford, un destino turístico en sí mismo. Su imperturbable entorno rural, abre un gran abanico de opciones para deleite de sus visitantes. Alojarse en el Castillo de Ashford, es un capricho muy recomendable con su lujoso e histórico confort en la habitación. Sólo hay algo que puede resultar molesto, y es encontrar un excusa para regresar a casa.