La mejor forma de inculcar esta pasión, es hacerlo sin presiones y divirtiéndose.
Es sabido que los niños aprenden mejor con el ejemplo, por lo que si existe el gusto por la jardinería y se les inculca todo lo bueno que tiene, desde pequeños, es más que probable que cuando empiecen a crecer, sientan cómo la jardinería se está empezando a convertir también, en una de sus aficiones favoritas.
La jardinería puede ser una actividad estupenda para aliviar el estrés diario, y además permite que la creatividad
de una persona, pueda tener un resultado estupendo, gracias a la diversidad que ofrece la naturaleza diariamente.
Dar los primeros pasos siempre es lo más complicado, y precisamente por ello, es importante ayudarles a pasar a la acción. Si se quiere tener éxito, es importante ir poco a poco, por ejemplo, haciendo manualidades creativas relacionadas con las plantas. Ni siquiera es necesario tener contacto directo con ellas.
Hacer dibujos suele gustar a los niños, y también encontrarán divertido hacerlo sobre unas piedras planas, tipo río, con las que luego se puede decorar el jardín. O, de preferencia, hacerlo con las macetas, maceteros, una pared del jardín que se puede convertir en mural.
O, por supuesto, decorar el jardín de un modo imaginativo, atrayendo la biodiversidad, con casitas para pájaros, o alpisteros. De este modo, el jardín despertará su curiosidad, y será un lugar mucho más atractivo para los niños.
Otra idea, es elegir cuentos para antes de ir a dormir en los que las plantas sean protagonistas, por ejemplo, una flor, un árbol, jardineros o, por qué no, historias sensibles, en las que los paisajes sean un elemento clave. No se trata de leer con ellos libros de jardinería, sino de sensibilizarlos sobre la relación que puedan tener con la naturaleza.
Si se desea que colaboren en el cuidado del jardín sin que ellos tengan la iniciativa, se corre el riesgo de que lo tomen como un trabajo. De hecho, la jardinería es una actividad que requiere paciencia y vocación, con lo que cualquier tarea puede interpretarse como una obligación, cuando todavía no se tiene el interés. Además, la paciencia no suele ser una virtud propia de la infancia.
A los niños les encanta sentirse importantes y especiales,
por eso cuando se plantan verduras u hortalizas para el consumo y disfrute familiar, se verá cómo el niño se convierte en un amante de la jardinería. Le encantará ver cómo crece, y cómo después de haberlo cultivado con paciencia y mucho cuidado puede ser disfrutado por todos.
Por otro lado, no hay que pedirles tareas que requieran un gran esfuerzo. Ni siquiera a cambio de una pequeña recompensa, pues acabarán aborreciéndolo y, en todo caso, asociarán la idea con una especie de trabajo.
Muy al contrario, hay que pedirles que rieguen durante unos minutos, pues suele divertirles manejar los distintos tipos de chorro de la manguera o, por ejemplo, proporcionarles las herramientas necesarias, idealmente adaptadas a su edad.
En el mercado se pueden encontrar diseños muy divertidos, con colores alegres, tanto en lo que respecta a rastrillos, palas y demás, como delantales o guantes. Estar cómodos,
y tener a la mano las herramientas adecuadas, con mangos ergonómicos, puede hacer una gran diferencia.
También ayudará que tengan un pequeño espacio para ellos, pues se trata de una creación suya, no de tareas que se realizan bajo el mandato de los mayores. Hay una gran diferencia, y no sólo porque los resultados serán también suyos, sino porque de este modo la jardinería se convierte en una manera de proyectar su personalidad.
Aunque se les aconseje, o sugiera cómo hacer las cosas, de este modo aprenden a ser autónomos, responsables, a tomar sus propias decisiones, a ser creativos y a sentirse orgullosos de lo logrado.
En lugar de plantas ornamentales, el cuidado de un micro huerto puede ser muy gratificante, por aquello de conseguir un fruto concreto, que además les sabrá muy rico. Dependiendo de las preferencias de cada niño, será conveniente una u otra cosa.