El adulto promedio consume mucho más azúcar del necesario, por lo que reducir la ingesta de azúcar es una buena idea para la mayoría de las personas.
En ocasiones está a la vista, pero en la mayoría de los productos alimenticios la presencia del azúcar está oculta entre sus ingredientes. Aunque intuimos en qué tipo de alimentos y productos alimenticios se ha empleado azúcar para su elaboración, hay otros en los que en la vida se nos hubiera ocurrido pensar que contenían este edulcorante. Se estima que el 80% de los azúcares que ingerimos, se encuentran en alimentos procesados sin que seamos conscientes de que lo contienen.
Según los expertos, la ingesta de azúcares añadidos no debería sobrepasar las 150 calorías en el caso de los hombres, y las 100 en el caso de las mujeres. La Organización Mundial de la Salud (OMS) cree que reducir la cantidad diaria de azúcar que ingerimos, está entre las mejores estrategias para controlar algunas patologías con mayor prevalencia en las sociedades actuales, como la obesidad. Por ello, aconseja que su consumo se limite a menos del 10% de la ingesta calórica total e, incluso, a menos del 5% si se quieren obtener más beneficios.
Aunque la mayor cantidad de azúcar que ingerimos es el que está presente de manera natural en los alimentos, por ejemplo, las frutas -fructosa-, no hay consejos profesionales que ahonden en la necesidad de reducir este tipo de comidas. Se trata de rebajar los productos que llevan el denominado azúcar libre o añadido.
Últimamente, la dieta sin azúcar ha ganado en popularidad, a medida que las personas buscan formas efectivas de mantenerse sanas, o de perder peso. Sin embargo, no todos están convencidos de que la dieta sin el azúcar funcione.
Ya sea que elimine por completo el azúcar de la dieta, o que simplemente reduzca la cantidad que tome, estos son algunos consejos prácticos:
Hágalo gradualmente
Una de las cosas más importantes a tener en cuenta al cambiar la dieta, es hacerlo gradualmente. Pasar de una dieta llena de azúcar a una que no la contenga, debería ser un proceso lento. Puede comenzar eliminando las fuentes más obvias de azúcar: pasteles, magdalenas. Eliminar dulces y bebidas azucaradas, es una excelente forma de empezar. Reducir la cantidad de azúcar que le pone al café o al té, también es esencial.
Lea las etiquetas
Una vez que ha conseguido eliminar la azúcar más obvia de la dieta, puede centrarse en otros productos que la contienen. Leer las etiquetas igual ayuda a identificar los tipos de azúcares que se deben evitar. La azúcar tiene muchos nombres (al menos 61) y se encuentra en muchos jarabes y concentrados diferentes. Los más comunes incluyen: azúcar de caña o azúcar moreno, jarabe de maíz con alto contenido de fructosa, azúcar de remolacha, azúcar de coco, concentrado de zumo de manzana o uva, miel o panela. Además, cualquier cosa que termine con el sufijo ‘osa’, también conforma un tipo de azúcar, como la sacarosa, la glucosa, la dextrosa, fructosa o la lactosa.
Elimine los refrescos de la dieta
Es mejor optar siempre por beber agua y, en ocasiones, té, infusiones y café; pero sin echarles azúcar.
Evite las salsas y los aderezos
Los cuales, están compuestos por azúcares. Emplee, en su lugar, salsa de tomate casera, o mayonesa hecha en casa.
No tome postres azucarados
Es mejor terminar la comida con fruta fresca, yogur griego o, incluso; si no puede resistirse a tomar algo dulce, chocolate lo más puro posible; puesto que cuanto más puro es, menos azúcar contiene.
Consuma más proteínas y grasas
Puesto que una dieta con poca azúcar, pero alta en proteínas y grasas, reduce el hambre y disminuye la ingesta de alimentos.
Duerma lo suficiente
Ya que la falta de sueño, afecta a los tipos de alimentos que escoge para comer.
Eduque su paladar
Para que, de esta forma, se acostumbre a comer productos sin azúcar añadida, empezando, por ejemplo, por el café, y siguiendo por los yogures naturales. También es muy importante que los más pequeños de la casa se acostumbren a tomar alimentos sin azúcar, puesto que cuanto antes se empiece, más sencillo resulta.