Antonio López de Santa Anna y Maximiliano de Habsburgo lanzaron, respectivamente proyectos para crear un monumento en honor a la independencia y sus héroes, pero ninguno fructificó.
La idea consistía en construir un zócalo de piedra con una columna corintia, coronada por un ángel en plena Plaza de la Constitución, durante el gobierno de Antonio López de Santa Anna. El monumento se iba a realizar en lo que hoy se conoce como la Plaza de la Constitución.
No obstante, el caos y la inestabilidad política de aquella época impidieron su construcción, a pesar de que en ese año se convocó a un concurso para edificar un gran monumento en el centro de la Plaza de Armas de la Ciudad de México, el cual fue ganado por un arquitecto francés de nombre Enrique Griffón, pero no se llevó acabo.
Fue con Porfirio Díaz en el poder, cuando esta columna se hizo realidad. Antonio Rivas se encargó del proyecto, basándose en algunas famosas columnas del mundo como: la de Trajano en Roma, la de la Plaza Vendome de París y la de Alejandro en San Petesburgo. Enrique Alciati estuvo a cargo de las esculturas y el ingeniero Roberto Gayol de la obra civil.
La primera piedra de la construcción de esta obra se puso una vez terminada la cimentación, el día 2 de enero de 1902 y la ceremonia fue encabezada por Porfirio Díaz, quién colocó dentro de ella un cofre dorado con el acta y una serie de monedas de la época.
Fue entonces cuando el grupo de ingenieros decidió demoler todo lo construido hasta esa fecha y procedió a diseñar una nueva cimentación formada por un tupido entramado de pilotes de madera fijos, que fueron hincados mediante un martinete de vapor que los enterraba con un émbolo de una tonelada de peso.
Este retraso al final convino a la construcción, pues fue hasta 1910 que se llevó a cabo la inauguración del monumento, que conmemoraba el aniversario número 100 de la Independencia de México, la cual tuvo un costo de 2 millones 150 mil pesos de la época.
La altura del Ángel, contando las gradas, es de 94.66 metros y pesa 7 toneladas. La estatua es hueca, está hecha con bronce y representa a la Victoria Alada, también conocida como la Diosa Niké, a punto de emprender vuelo. Sostiene, con su mano derecha, una corona de laurel que planea colocar sobre la cabeza de los héroes. Con su mano izquierda, sostiene una cadena rota que simboliza los tres siglos del virreinato y la dependencia política de España. Hoja de pan de oro cubre al monumento.
En 1925, por orden del presidente Plutarco Elías Calles, se trasladaron de la Catedral Metropolitana al monumento, los restos mortuorios de 12 héroes nacionales (cuatro cráneos y ocho urnas con cenizas), así como un osado revolucionario procedente de tierras irlandesas.
Miguel Hidalgo, Ignacio Aldama, José Mariano Jiménez, José María Morelos y Pavón, Vicente Guerrero e Ignacio Allende, así como Francisco Javier Mina, Nicolás Bravo, Mariano Matamoros, Andrés Quintana Roo, Leona Vicario y Guadalupe Victoria; son los restos que se encuentran en lo que posteriormente se convirtió en mausoleo. En abril de 1929 se instaló por decreto presidencial una lámpara votiva cerca de los nichos donde descansan los restos de los héroes de la independencia, como un recuerdo vivo que se expresa de día y de noche.
El Ángel de la Independencia es mucho más que un monumento decorativo del Paseo de la Reforma, es la escultura que recuerda y celebra el esfuerzo y la sangre de todos aquellos que lucharon por la independencia de nuestro país.