Si bien su altura hoy no nos resulta impresionante (87 metros), imaginen el impacto que tuvo a principios del siglo XX, en una ciudad acostumbrada a que la mayor altura fuera la aguja de la Iglesia de la Trinidad con 86 metros.
Para apreciar la característica más prominente de esta obra de estilo Beaux Arts no hace falta ser un arquitecto, está a plena vista, es la planta en forma de cuña con solo 25 grados en su vértice.
El arquitecto, Burnham, era un gran amante de la arquitectura clásica de Grecia y Roma. Para edificar el Flatiron se utilizó una técnica novedosa para la época. El edificio tiene un esqueleto de acero, y su fachada es de piedra caliza y terracota.
El extremo redondeado tiene sólo 2 metros de ancho, con 25 grados de ángulo. El rascacielos tiene 22 plantas y un total de 87 metros de altura. En la época se consideraba que el edificio no aguantaría los fuertes vientos que hay en la intersección en la que está situado. Estos temores eran infundados, ya que la estructura del edificio está preparada para soportar vientos muy fuertes.
Los neoyorquinos prestaron un inmediato interés al edificio, haciendo apuestas sobre cuán lejos llegarían los escombros cuando el viento lo derribara y apodándolo "the flatiron", debido al parecido del edificio con las planchas de la época.
El edificio Flatiron ha aparecido en multitud de películas ambientadas en Nueva York, como Hitch, El espantatiburones, Spider-Man, o Armageddon. Una de las escenas más memorables que transcurren en la azotea del Flatiron es el beso que Kim Novak da a James Stewart en el largometraje Me enamoré de una bruja (Richard Quine, 1958).