Unas gafas de sol (o lentes oscuros) son a menudo coloreadas u oscurecidas para proteger los ojos de la luz directa y molesta.
Se dice que las primeras gafas solares, se remontan a la prehistoria de un pueblo acostumbrado a vivir en circunstancias extremas: los inuit (esquimales), aunque esta última denominación no les hace excesiva gracia, pues significa: ‘comedores de carne cruda’.
En el ambiente ártico en el que sobrevivían los inuit (un ambiente tan hostil, que llevó a la extinción de los colonos vikingos de Groenlandia, a principios del siglo XV), los ojos se veían afectados por la llamada oftalmia de la nieve. Esta afección es una queratoconjuntivitis, es decir, una inflamación de la conjuntiva y la córnea, debida a la sobreexposición a los rayos ultravioletas B.
Como la nieve refleja hasta un 80% de la luz UV, es fácil darse cuenta del trauma que este tipo de ambientes genera en los ojos. Curiosamente, los síntomas son parecidos a los que se producen si se toma una sesión de bronceado artificial sin protección ocular. Estos síntomas son: dolor, fotofobia, ojos rojos, disminución de la agudeza visual y lagrimeo.
Actualmente, las gafas solares evitan estos problemas, en especial las gafas polarizadas. Pero los inuit recurrieron al ingenio, a falta de tecnología.
Construían unos muy rudimentarios anteojos atados a la cabeza por tiras de piel de ballena o tendón animal, con unas oberturas horizontales estrechas, que permitían la visión, pero que desviaban parte de la luminosidad ambiental. De esta forma tan ingeniosa, eliminaban gran parte del problema.
Se dice también, que las gafas de sol tienen su origen en torno al siglo XII en China. Fue el primer lugar donde se desarrolló una tecnología para ahumar los cristales de cuarzo con el objetivo de oscurecerlos.
Estos cristales ahumados eran usados por los jueces chinos y no tenían como principal objetivo la corrección de la vista, ni tampoco para protegerse de la luz solar. El verdadero fin de las primeras gafas de sol, era el de ocultar la expresión del ojo durante los juicios, con el fin de ocultar cualquier evidencia sobre el veredicto final, que únicamente se daría al finalizar el juicio.
Las primeras gafas oscurecidas que existieron en Europa se utilizaron para corregir problemas de visión. Fue en el siglo XVIII, cuando el óptico británico James Ayscough tintó de verde o azul, anteojos que a menudo llevaban los enfermos de sífilis para aliviar su foto sensibilidad.
Con la llegada del cine, los actores famosos comenzaron a ponerse gafas oscuras para evitar la agresión de los focos, lo que extendería la moda a partir de los años 30. Fue entonces cuando la empresa Foster Grant Company, inició la comercialización de las gafas de sol económicas en Estados Unidos, tal como ahora las conocemos y usamos. En 1936 aparecieron las primeras gafas polarizadas.