Cuando el ruido implica molestia, riesgo o alteración del bienestar de los seres vivos, se denomina ruido y se considera contaminación acústica.
El exceso de ruidos o vibraciones es una consecuencia directa de las propias actividades humanas y ocasiona la alteración de las condiciones normales del medio ambiente. En el mundo se estima que más de 500 millones de personas padecen algún tipo de pérdida auditiva, y la causa principal de esto es que el nivel del ruido en el ambiente es cada vez mayor. La circulación de vehículos, la construcción de edificios, las obras públicas y la industria son algunas de las actividades diarias que conllevan un nivel de sonido determinado.
A diferencia de otro tipo de contaminaciones, el ruido no se acumula, no se traslada de lugar ni se mantiene en el tiempo. No obstante, las consecuencias sobre la salud de las personas, si se producen de manera acumulativa a medio y largo plazo.
La Organización Mundial de la Salud ha declarado que el ruido tiene efectos tanto fisiológicos como psicológicos. La pérdida auditiva es una de sus consecuencias más notorias y los afectados suelen ser aquellas personas que se exponen con regularidad a elevados niveles sonoros de música cómo en las discotecas, conciertos o mediante reproductores de música.
La Alianza de la Audición de América anunció que un 15% de los estudiantes universitarios poseen un nivel de pérdida auditiva igual o mayor que la de sus padres.
El ruido ambiental no sólo ocasiona la pérdida auditiva, además genera efectos nocivos sobre la salud y la calidad de vida de la población, con consecuencias tanto psicológicas como en el sueño.
Los desvelos frecuentes o la sensación de fatiga al despertar a la mañana siguiente son algunos de los síntomas que se pueden percibir. Así mismo, unos altos niveles de ruido pueden provocar alteraciones hormonales como el aumento en la secreción de adrenalina. Incluso la aceleración del ritmo cardiaco, la tensión arterial y la respiración puede desencadenar en estrés y agravamiento de problemas cardiovasculares.
La fauna también se perjudica por la contaminación acústica; estudios demuestran que el ruido puede actuar como una barrera para su proceso de comunicación, que se realiza por medio de los sonidos. Así, disminuye su capacidad de reproducción y aumenta el riesgo de desorientación.
En Europa el ruido se ha convertido en un problema relevante para el medioambiente a pesar de que distintas legislaciones han incorporado medidas para regularlo. Es el caso de España, que se sitúa como el segundo país con mayor nivel de contaminación acústica del mundo después de Japón. Un 50% de los ciudadanos españoles soporta niveles de ruido superiores a los 65 decibeles y sufren las consecuencias que esto conlleva.
En la sociedad actual, las actividades de ocio, las conversaciones con un tono de voz elevado, los pitidos de los vehículos o la escucha de música a un volumen alto, son focos emisores de ruido muy importantes. Concienciar a la población de que el cambio individual de algunos hábitos en las actividades cotidianas puede conseguir una reducción del ruido global al que están expuestos, es una forma de no solo cuidar la salud personal sino la del planeta en general.