Un grupo de artistas mexicanos y extranjeros, se reunieron en la década de los 50. Su intención: reaccionar contra lo que percibían como los gastados valores de la Escuela Mexicana de Pintura.
El México de 1950, convulso y caótico, se puede situar en un panorama que oscila entre lo moderno y tradicional, lo nacional e internacional, la llegada de vanguardias y los remanentes de un contexto revolucionario. Es en este ir y venir, que a principios de la segunda mitad de siglo, surgió una generación de artistas, quienes buscaban escindirse de los valores predominantes en el arte, dominado por la Escuela Mexicana de Pintura. El muralismo, caracterizado por un nacionalismo exacerbado y un énfasis en lo popular, en lo mítico y en lo revolucionario, empezó a desgastarse.
Los valores postrevolucionarios perdían su causa cada vez más. Por tanto, de forma necesaria, y casi inevitable, nació una generación que promovía un arte con un contenido mucho más apolítico, y que respondía al contexto cambiante de la época. Se generó una ruptura por los artistas jóvenes, definida por un cambio tanto formal, como ideológico. Se buscaba la vinculación con las tendencias internacionales, originalidad, nuevas formas de percibir el arte, y separarse de uno que había empezado como revolucionario, pero que con el tiempo se había convertido en académico.
La generación de los 50, estuvo marcada por su oposición a la Escuela Mexicana de Pintura, y los organismos oficiales que la legitimaban. Encabezada por Cuevas, se rebatía el nacionalismo abiertamente y buscaba nuevas alternativas. Artistas como: Lilia Carrillo, Fernando García Ponce y el mismo Cuevas, fueron el inicio de la ruptura. Es gracias a esta generación, que la pintura mural deja de ser representativa, y aunque los primeros pintores no ofrecían verdaderas salidas, como Tamayo o Mérida, fueron el inicio de la lucha contra el Muralismo.
Posteriormente se encontraron con una situación más favorable. Se consolidó la ruptura, y se habla de neofigurativos y abstractos. Alberto Gironella, José Luis Cuevas, Francisco Corzas, como representantes de lo neofigurativo, y Lilia Carrillo, Enrique Echeverría, Pedro Coronel y Vicente Rojo, de los abstractos.
La generación de la Ruptura incorporaba valores más cosmopolitas, abstractos y apolíticos en su trabajo, buscando entre otras cosas, expandir su temática y su estilo, más allá de los límites impuestos por el muralismo. Es de hacer notar que el movimiento como tal se daba de modo espontáneo, no era deliberado, y las relaciones entre sus miembros, fueron más bien informales.
Esta generación se contagió de las vanguardias europeas; buscaban a un México que fuera parte del progreso. Las generaciones jóvenes apoyaban una renovación, no sólo porque los convencía, sino porque la necesitaban.
Los pintores de esta generación, tuvieron todavía unos años posteriores para construirse a sí mismos, como ruptura. Es cierto que innovaron y se defendieron, que crearon espacios y voltearon a ver lo que en el mundo estaba pasando, pero también es cierto que gran parte de esto, fue su propia visión retrospectiva. No obstante, aun siendo homogéneos o no, las generaciones de los 50 (que alcanzaría su consolidación en los 60), dieron una gran batalla teórica, terminaron con una etapa y comenzaron otra, hicieron del arte una renovación, contribuyendo a un rico y variado panorama del arte mexicano.
Los pintores reconocidos que perfilaron en este movimiento, fueron: Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce, José Luis Cuevas, Pedro Coronel, Günther Gerzo, Carlos Mérida, Roger von Gunten, Vlady, Mathias Goeritz, Alberto Gironella, Pedro Coronel, Vicente Rojo, Juan Soriano y Francisco Toledo. Todos y cada uno de ellos, crearon un estilo particular en sus pinturas, y revolucionaron el arte en México.