A una ciudad se le conoce por sus calles, su gente…y sus monumentos.
Del conjunto de arcos que existió en la ciudad de Mérida, sobreviven tres, cuya permanencia solo podría atribuirse a la buena fortuna, pues nuestro medio no ha sido amable con la conservación de este tipo de elementos patrimoniales que si bien pierden sentido respecto a la función para la cual fueron edificados, son testimonios de la historia.
Estos arcos son contemporáneos de las murallas de Campeche, construídas alrededor de la última década del siglo XVII y fueron realizados por el mismo Ingeniero Manuel Jorge de la Zezera. Aunque existió el proyecto de amurallar la ciudad, tal y como lo hiciera Campeche para protegerse del ataque de piratas, esta medida nunca se concretó y se redujo al levantamiento de arcos, cuya función coinciden investigadores contemporáneos, no es otra que la delimitar el espacio urbano; se tomaron algunas otras medidas como la excavación de subterráneos para ocultar a la población en caso de ataque.
Durante este periodo, se habrían construido entre siete y ocho arcos, de entre los cuales se encuentran los tres que aun existen.
Arco de San Antonio de Padua. Conocido popularmente como 'Arco de Dragones', por colindar con el 'Cuartel de Dragones' en la Calle 50 por 61, un antiguo hospital de frailes franciscanos que hoy funciona como instalaciones del Centro Cultural del Niño Yucateco. Este arco lleva en el nicho la figura de piedra de San Antonio, se le distingue por llevar en brazos al niño Jesús.
Arco de la Cruz. Situado en la entrada al barrio de 'La Mejorada' en la Calle 63 por 50, se caracteriza por tener una cruz de piedra en lugar de un santo. Se le conoce como 'Del Puente', pues la calle que lo atraviesa solía inundarse en la época de lluvia, obligando a los vecinos a colocar un puente para poder cruzar la calle.
Arco de San Juan Bautista. Ubicado en el inicio del barrio del mismo nombre en la Calle 64 por 69-A en el centro de Mérida, fue construido en la antigua salida al camino hacia Campeche, rumbo también a la 'Ermita de Santa Isabel'. Es uno de los de mayor tamaño, en este se distingue el nicho al santo profeta, por llevar en la mano izquierda un báculo en forma de cruz y en la derecha un libro sobre el que aparece el cordero, símbolo de su condición de precursor de Cristo. Hoy es una construcción ampliamente conocida por situarse en el epicentro de paraderos de transporte público hacia poblaciones del interior de Yucatán.
Es posible conocerlos de día y apreciar un poco de su historia en las placas colocadas al pie de los mismos. Su ubicación en zonas de gran afluencia hacen que sean parte del paisaje urbano cotidiano; sin embargo, resultan importantes por ser de los pocos monumentos en su tipo que se conservan en todo el país.