Probablemente la más famosa isla griega. Tiene un paisaje típicamente cicládico. Es árida y está rodeada de magníficas playas.
Se encuentra ubicado en el centro del archipiélago de las Cícladas, entre las islas de Tinos, Delos, Siros y Naxos. Mykonos, es una isla pequeña, con menos de 90 km2. Es además, una de las escalas más visitadas por los turistas que se acercan a Grecia, y al mar Egeo en un viaje en crucero.
Debe su fama a la belleza de su capital, Chora, a sus casitas blancas con sus puertas y balcones de colores, de pasajes estrechos, las laberínticas y entrañables calles, así como a sus numerosas playas de gran calidad. Se trata de una isla muy visitada, con una vida nocturna muy acentuada y loca. Posee una población pequeña (unos 10.000 habitantes), por lo que los turistas a veces superan por mucho a los autóctonos.
Esta gran afluencia de turistas, su orografía suave y sus playas atrayentes, consiguen que el ambiente, la fiesta, la música electrónica y la animación que dura toda la noche, sean el elemento que más destaca en Mykonos. Por ello, la isla es un complemento ideal al viaje de la romántica y tranquila Santorini, y a la más salvaje y diversa Creta.
Según la mitología griega, la isla fue nombrada así por el héroe Mykono, hijo de Apolo; por lo tanto es la isla de la luz, pues aquel de quien tomó su nombre, tenía vínculos familiares con el luminoso Apolo. Se dice también que en Mykonos, el legendario Heracles (Hércules) mató a los gigantes, cuyos cuerpos petrificados formaron las rocas de la isla. En otra versión del mito, es el mismísimo Poseidón quien levanta las rocas que forman la isla, también en contra de los gigantes.
Dado el pequeño tamaño de Mykonos, la isla puede visitarse en un fin de semana, lo que no excluye estancias más largas. Pero lo mejor tal vez sea combinarlo con Atenas, Santorini y Creta, ya que las conexiones de ferries son buenas y los vuelos no son excesivamente caros. Una de las grandes ventajas de Mykonos, es la facilidad de transporte ya que su aeropuerto posee conexiones directas con España (Madrid y Barcelona) y las principales ciudades europeas.
Además de la música, las discotecas a pie de playa y la fiesta, otras muchas actividades menos agitadas son la visita, el seductor barrio de la Pequeña Venecia, el barrio de Kastro con los restos de un castillo y los famosos molinos, símbolo de la isla, que ornan las suaves colinas de Mykonos y que le dan ese aspecto tan romántico. La gastronomía griega muestra en Míkonos su riqueza y variedad, desde los quesos o yogures hasta los vinos, muy recomendables.
Por la isla se puede realizar una ruta cultural recorriendo los principales museos: el Museo Arqueológico, el Museo Etnográfico y el Museo Naval, de casi obligada visita. Y los más bellos
monumentos: la Iglesia de Paraportiani; la más antigua de la isla, y el Monasterio de Panagia Tourliani; con una arquitectura típica de las Cícladas.
Mykonos cuenta también, con playas para todos los gustos. Aunque pequeña en tamaño, tiene kilómetros de ellas y calas espectaculares que han hecho de esta isla una de las más afamadas de las islas griegas, especialmente por la calidad de sus aguas, sus arenas y sus playas. Se tiene en Mykonos playas para volverse locos: playas de fiesta, playas para estar tranquilos, naturales o románticas. Todas ellas de fácil acceso en parte gracias a las llamadas Barcas Kaikes que desplazan de la manera más agradable y cómoda a todas ellas, especialmente a las playas de la cara sur. La cara sur de Mykonos es donde menos sopla el viento, ya que la tendencia es que sople de norte. Por tanto, en las playas de la cara sur el agua suele estar en calma y lisa.
En este mundo convulso en el que ha tocado vivir, Mykonos; una isla libre y abierta, una isla que acoge al viajero sin hacerle preguntas.