Ricardo Bofill Leví, diseñó en los años 60, un residencial utópico y experimental en Calpe (España): La Muralla Roja.
Un edificio rosa, rojo y azul a los pies del Mediterráneo, con el Peñón de Ifach como vecino. Un laberinto inspirado en la casbah árabe, de torres altas y escaleras largas que esconden sorpresas como una piscina en forma de cruz latina desde la que el mar parece infinito. Un conjunto de 50 apartamentos en un entorno privilegiado y hermoso.
Caracterizado por su integración con el paisaje, su simpleza y funcionalidad. Esta muralla logra crear una ilusión laberíntica, gracias a sus formas simples y todos los juegos visuales proyectados en pasillos, escaleras y terrazas. La armonía visual entre todos los elementos de la construcción y su entorno, intensifican la sensación de estar en un espacio irreal.
El nombre de ‘La muralla roja’, proviene de las derivaciones del color rojo que predomina a lo largo de toda la estructura, con el fin de contrastar en su entorno; sin embargo, los patios y las escaleras están tratados con tonos frios, como el azul cielo, índigo y violeta, con el objetivo de producir un contraste más o menos pronunciado con el cielo o, por el contrario, un efecto óptico de fusión con el mismo.
Su estructura evoca al constructivismo, ya que todos los pasillos, terrazas, escaleras y patios; se comunican como si fueran una sola construcción y no un conjunto de construcciones.
Es por su particular estética, que ‘La muralla roja’, es prácticamente indefinible, ya que, algunos arquitectos la han categorizado dentro de la arquitectura surrealista, otros como cubista, aunque en términos más técnicos, la muralla; es arquitectura postmodernista, pues sigue los principios de funcionalidad y simpleza, además de que las líneas y superficies son lisas, con el fin de crear efectos visuales ligeros.