Kintsugi (o “remiendo con oro") es una técnica tradicional japonesa que consiste en reparar vasos y platos rotos utilizando laca y redecorándolos (remendándolos, en realidad) con oro y plata.
En Japón, las reparaciones de laca se han utilizado desde el período Jōmon (antes del siglo IV aC). La técnica luego floreció en la forma artística de kintsugi en el período Muromachi (siglos XIV-XV), al mismo tiempo que también se desarrollaba la ceremonia japonesa del té. Las marcas de reparación dejadas por kintsugi se llaman keshiki (paisaje); y resaltan la belleza del objeto reparado. Kintsugi supone aportar un valor añadido a la cerámica; no se trata solo de reparar un objeto roto, sino de crear una nueva belleza, un nuevo paisaje.
Se dice que este arte comenzó en el siglo XIV, cuando el shōgun Ashikaga Yoshimasa (el shōgun era el gobernante de facto del país, en el que el Emperador delegaba la autoridad) mandó a reparar su tazón de té favorito a China. El resultado (le habían colocado unas grapas metálicas) le decepcionó enormemente, pues no solo se había perdido la belleza de la pieza sino que quedaba inservible, ya que el té se filtraba por las grietas. Por ello mandó a los artesanos japoneses idear un método de restauración que no solo volviera a hacerlo funcional, sino que no lo afeara.
De la imaginación de los encargados de esta tarea surgió, según la leyenda, el Kintsugi o reparación con barniz de oro, que consiguió convertir las piezas rotas en ejemplares únicos, y más bonitos aún de lo que fueron antes de romperse. También existen otras variantes que mezclan otro material con la resina: el Gintsugi, si se usa plata, y el Urushitsugi, cuando se usa laca urushi.
No se trata solo de hacerla estéticamente más bonita: se trata de impregnarla de un mensaje inspirador. La pieza se rompió, pero fue reparada, y ese episodio es una parte de su historia que la hace más valiosa por su capacidad de resiliencia. De hecho, los ejemplares antiguos de cerámica que fueron reparados usando esta técnica son más valorados que los que se han conservado intactos, sin haberse roto nunca.