La activista mexicana, gana el Premio Goldman conocido como el ‘Nobel’ medioambiental, más importante del mundo.
‘No es solo una lucha contra Monsanto, sino todo un modelo de desarrollo agroindustrial impuesto en México que nos está perjudicando’. Así resume la apicultora maya Lady Aratseli Pech Martin, de 55 años, la batalla legal contra los pesticidas, los transgénicos, que lideró durante casi 10 años, que lo obligó a conocer al mayor productor de semillas del mundo.
En: ‘GuardiaYO.abejas’ o ‘Honey Lady’ algunos dicen que vive en el pueblo de Hopelchén, en la península de Yucatán, un área que ha sido fuertemente afectada por la deforestación y la contaminación tóxica de la agricultura industrial, que es particularmente dañina para los ecosistemas de los que dependen las abejas.
Pech tiene varias colmenas que sustentan las finanzas de su familia. Junto a otras mujeres de la zona, se dedica a la cría y conservación de la melipona beecheii, una especie de prurito salvaje, que ha sido domesticada por los pueblos mexicanos durante cientos de años.
Su mayor logro fue liderar una coalición para detener la plantación de soja, modificada genéticamente por Monsanto, en el sur de México. La Corte Suprema, dictaminó que el gobierno había violado los derechos de los mayas y suspendió su siembra. Gracias a sus esfuerzos por cultivarlo, se revocó el permiso del gobierno de Monsanto.
Meses atrás, Pech recibió, el premio medioambiental más importante del mundo, por su ‘lucha histórica’, que es ‘un ejemplo de otros movimientos de lucha indígena que defienden sus derechos y sus tierras’, dijo la Fundación Goldman, que otorga el premio a seis personas al año.
Espera que ganar el ‘Goldman’, sirva para visibilizar los problemas que enfrenta su pueblo, continuará la batalla inconclusa, de la que, según ella, nunca se ha rendido.
Las comunidades mayas, lideradas por Pech, han condenado durante años la siembra de soja transgénica en Hoppelchen. Fue un evento histórico porque nunca habían tenido un proceso así en la Península de Yucatán. La lucha que comenzaron, también les ayudó a comprender la interacción de las comunidades mayas con el medio ambiente y la naturaleza. Se dieron cuenta de que viven amenazados, que viven en riesgo. Los impulsó a organizarse y a comenzar su defensa.
De 2011 a 2012, cuando se enteraron del permiso del gobierno de Monsanto, presentaron su caso y comenzaron su proceso legal. Llegaron a la Corte Suprema, que estuvo a favor de asesorarlos el 4 de noviembre de 2015 y el proceso inició en abril de 2016. Pero hubo muchas complicaciones. La consulta les brindó la oportunidad de resaltar los problemas que se enfrentan al plantar soja transgénica.
Desde entonces se ha llegado a un acuerdo que obliga al gobierno mexicano a consultar con los pueblos indígenas sobre este cultivo. Definitivamente fue un gran logro.