Bajo las grandes avenidas y los majestuosos parques de París se esconde otra ciudad, uno de sus secretos mejor guardados.
París es una de las ciudades más hermosas del mundo, a donde llegan miles de turistas para visitar los monumentos más famosos. Se le suele llamar Ciudad de la Luz, pero debajo de toda esta historia y romance se encuentran las catacumbas de París, una serie de túneles donde más de 6 millones de cuerpos humanos tienen su descanso eterno.
El Imperio de los Muertos, como se les llama, está en su mayoría bloqueado al público, lo que lo hace incluso más atrayente para cualquiera que ame los misterios. Sin embargo, también hay entradas donde los turistas y los curiosos pueden ir a ver un pequeño sector de las catacumbas.
Todo comenzó en el siglo XVIII cuando los cementerios de la ciudad se vieron sobrepoblados de muertos. Ya no alcanzaban ni siquiera los suelos de las iglesias, lugar donde también se enterraban a los fallecidos. La cantidad de cuerpos comenzó a generar enfermedades e incluso se filtraron en algunas bodegas.
No fue sino hasta finales del siglo XVIII que la ciudad decidió condenar a todos los cementerios parroquiales existentes y crear tres grandes zonas de entierros suburbanos a las afueras de la ciudad. Alexandre Lenoir, tuvo la idea de utilizar los túneles vacíos subterráneos, y su sucesor, Thiroux DE CRONSE, eligió el lugar al sur de París “Porte d’Enfer“, las sepulturas comenzaron en 1786.
En el mismo año, el 7 de abril fue la ceremonia de consagración, los huesos fueron depositados y distribuidos a lo largo de las cavernas. Cerca del sitio se pusieron cruces, urnas y objetos de la necrópolis que se trajeron de los cementerios de las iglesias.
Aunque fue una solución, también representó un problema a futuro. Hay zonas donde es imposible construir edificios altos porque no se pueden hacer cimientos adecuados.
Teniendo en cuenta que la costumbre de llevar cuerpos a las catacumbas estuvo presente durante la Revolución Francesa, sabemos que muchas personas fueron enterradas directamente allí. Otros fueron movidos de lugar, como es el caso de Maximilien de Robespierre e incluso de Jean Paul Marat.
En 1860 se dejaron de trasladar huesos hacia allí, y tiempo después se abrieron al público para visitas. A pesar de las prohibiciones en ciertos sectores, hay grupos que entran de forma ilegal, organizando actividades, fiestas y ceremonias secretas. Los catáfilos, como se llama a este grupo de personas, tienen mapas que les indican los lugares más complicados.