La ciudad es uno de los principales puntos turísticos noruegos, que oficia como puerta de entrada a las maravillas naturales del Ártico.
Durante el verano del hemisferio norte hay un detalle inquietante por encima del paralelo 69°, la noche nunca llega. En la ciudad de Tromso, al norte de Noruega, hay unos 79.000 habitantes que no encuentran ninguna novedad a esta altura del año: entre las ocho de la mañana y las seis de la tarde el sol pega de lleno contra los edificios; y en lo que resta del día persiste una claridad muy similar a la que se percibe al romper el alba.
A las doce empieza el “sol de medianoche”, cuando las montañas que rodean la ciudad empiezan a recibir unos rayos anaranjados. Los bares suben el volumen de la música, empieza a correr alcohol y los adolescentes salen a divertirse con sus parejas y amigos. A ellos se suman los turistas, que usualmente visitan los bares por una cerveza noruega.
Todo el resto está durmiendo y en general el movimiento en las oficinas y comercios comienza a las ocho, cuando el sol brilla más fuerte. Durante el primer día conciliar el sueño puede ser algo confuso: a las once de la noche hay sol entrando por la ventana y el reloj biológico no detecta con claridad que es hora de ir a dormir.
El consejo para sortear esta adversidad que sólo perciben los que viven en la zona mediterránea del mundo, es oscurecer la habitación con cortinas gruesas: entonces allí el cansancio de un día agitado sobreviene de golpe.
Pero en el invierno el cambio del clima y luz en Tromso es radical: la temperatura promedia los 3 grados bajos cero, la nieve acumula más de un metro y durante ocho semanas no sale el sol. Las horas nocturnas son completamente negras y en las del día la única claridad que se perciben es una tonalidad azul oscura en el cielo. Las luces de la ciudad están encendidas todo el tiempo.
Entre septiembre y mayo aparece la aurora boreal, enormes destellos verdes que se visualizan cuando los vientos solares pegan contra la atmósfera. Durante esta temporada la ciudad se llena de extranjeros que llegan para contemplar el espectáculo y exploran el norte noruego a punta de pesca de truchas y expediciones en trineos tirados por perros.