Situado en la Montaña Hongshan en Lhasa, capital de la Región Autónoma del Tibet, el Palacio Potala se encuentra a 3.700 m sobre el nivel del mar.
Se dice que con motivo de la llegada de la princesa Wen Cheng, de la familia imperial Tang, el rey tibetano Sontsan Gampo mandó construir este magnífico palacio en el año 631. Ocupa un área de 410,000 m² y tiene una superficie edificada de 130,000 m².
Su construcción, en un momento en que la rueda todavía no había sido introducida en Tíbet, supuso que todas las piedras tuvieron que ser llevadas por burros o a la espalda de los operarios los cuales sumaban más o menos 7,000 más 1,500 artistas y artesanos.
Cinco de los palacios tienen tejados de cobre y están pintados de oro. Su diseño y construcción toman en cuenta la luz solar de la meseta, y en sus fundamentos anchos y sólidos hay túneles y ventosas. Cada sala o alcoba tiene una claraboya para la iluminación y ventilación. Las columnas y vigas del palacio están esculpidas, y las paredes poseen murales multicolores. Desde tiempos remotos los tibetanos suelen pintar piezas de madera y cerámica.
Destruido por las guerras fue reconstruido en el año 1648 por Lozang Gyatso 5° Dalai Lama, sirvió como residencia al Dalai hasta 1950 cuando el XIV y actual Dalai se exilia en la India en el palacio de verano el Norbulingka tras la invasión China, a su vez alberga los restos mortales de quienes le antecedieron al actual; en un salón que contiene las stupas o monumentos funerarios.
Actualmente es una hermosa construcción de 13 pisos que abarcan 117 metros de altura, tiene más de 1,000 habitaciones, 10,000 capillas y 200,000 estatuas. Ante la ausencia de los monjes que en otros tiempos pasearan por sus pasillos hoy día funciona como museo.
Su arquitectura, pintura y estatuaría son únicas y variadas, y los estilos tibetanos se entremezclan con los indios, nepalíes y chinos. La decoración de algunos de sus salones, así como el esplendor de muchas de sus estatuas y pinturas, lo convierten en un tesoro del arte tibetano y budista, pues, además del arte propiamente tibetano, alberga muchas imágenes obsequiadas a los Dalai Lamas por distintos monarcas extranjeros. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994.