Starck (París, 1949), es un creador de íconos inolvidables –la butaca de metacrilato Louis Ghost, el exprimidor Juicy Salif– y pionero en personalizar sus productos con nombres y apellidos. Su imaginación inabarcable es capaz de llevar el diseño en mayúsculas a todo, desde la pasta alimenticia a un cepillo de dientes. Es un fuera de serie que escapa a toda clasificación.
Philippe Starck tiene una misión y una visión: la creación, en la forma que sea, debe hacer que la vida sea mejor para el mayor número de gente posible. Starck cree que esta labor poética, política, rebelde, benevolente, pragmática y subversiva debe asumirla todo el mundo y lo resume con el humor que ha acompañado su enfoque desde el principio: “Nadie está obligado a ser un genio, pero todos deben participar.”
Starck ha ido moldeando nuestro presente: en los ochenta fundó la tipología de hotel boutique; ha vendido más de un millón y medio de sus copiadísimas sillas Louis Ghost, y se anticipó a Apple y Volkswagen en su idea de darle una cara moderna y amable a los cacharros tecnológicos.
La silla Louis Ghost de Philippe Starck para Kartell es una de sus creaciones más icónicas. Está inspirada en la silla Louis XVI, que era uno de los sillones tapizados que decoraban el palacio de Versalles. Concebida como una única pieza, su forma se obtiene a partir de un policarbonato que se vierte en un molde. Desde su aparición se hizo tan popular que Starck y Kartell crearon una segunda silla, la Victoria Ghost, aún más conceptual. Aunque muchos seríamos reticentes a poner una silla que cuesta varios miles de euros en la terraza, lo cierto es que las Ghost están pensadas para interior y exterior.
Aunque podría pensarse que el diseñador se inspiró en una araña para crear el exprimidor Juicy Salif, la verdad es que Starck realizó un primer boceto en un restaurante, después de exprimir limón sobre unos calamares. Araña o calamar, se ha convertido en uno de los diseños más aplaudidos del siglo XX y forma parte de la colección del MoMa. Con sus 29 centímetros de altura, hay quien duda de su sentido práctico. Starck lo tiene claro: "Este exprimidor no está pensado para exprimir limones, sino para iniciar conversaciones".
Los "hoteles Philippe Starck" se han convertido en una categoría en sí misma. No en vano, ha superado la cifra de los 20 hoteles diseñados. Los concibe como el escenario de una película de la cual él es el director. Ian Schrager, el propietario de la mítica Studio 54, fue el primero que confió en él, encargándole el Royalton de Manhattan. Desde entonces, ha rubricado los diseños de hoteles en Londres, París, Miami, Beverly Hills y un largo etcétera, haciendo suya la etiqueta de hotelboutique.