Fundada en el siglo VII a.C, Pompeya era una ciudad próspera del Imperio Romano, con el monte Vesubio muy próximo a la urbe.
Pompeya era una de las ciudades más prósperas del Imperio Romano. Sin embargo, fue sepultada bajo las cenizas debido a la erupción del que probablemente sea el volcán más peligroso de Europa: el Vesubio. Es el único volcán que sigue en activo en Europa y se sitúa a escasos 10 kilómetros de la ciudad de Nápoles, con cinco millones de habitantes.
Sin embargo, las personas que vivían allí no sabían que se trataba de un volcán. Es por eso que la tragedia fue algo imprevisto y que nadie hubiera pensado. La erupción del año 79, calculan que sucedió en la mañana del 24 de agosto, un día después de las grandes fiestas de la Vulcanalia, celebrada en honor a Vulcano, dios romano del fuego.
Es probable que la erupción durara 24 horas, pero los restos de cenizas y roca siguieron cayendo por dos días hasta cubrirla con una capa de 6 metros de profundidad. La lava alcanzó la ciudad a una velocidad de 110 kilómetros por hora, sin posibilidad de que nadie escapara.
Cubrió una superficie de 500 kilómetros cuadrados, destruyendo no solo a Pompeya, sino también a otras ciudades y pueblos vecinos.
Las declaraciones sobre esta tragedia son conocidas gracias a las cartas de Plinio el Joven, un administrador y poeta romano que observó desde lejos la erupción. Habló con algunos sobrevivientes y redactó sus experiencias en documentos de mucho valor histórico. Estas cartas recién fueron encontradas en el siglo XVI.
Un tercio de los ciudadanos de Pompeya -se estima que tenía entre 10.000 y 25.000 habitantes- fallecieron por aplastamiento después de que se derrumbaran los tejados.
Los otros dos tercios perecieron asfixiados por el flujo piroclástico, una enorme nube de gas ardiente, ceniza y rocas que llegó a cegar el sol, como comprobaron desde la bahía de Nápoles. En Herculano, más cerca de la chimenea, la mayoría murió sepultada por material volcánico.
Las personas y animales fueron calcinados al momento por lo que muchos de los moldes de los cuerpos permanecen intactos en las posturas adoptadas momentos antes de la muerte.
Debido a las condiciones en las que desapareció la ciudad se ha logrado rescatar múltiples objetos de la vida cotidiana de la época, además de esculturas y pinturas, en muy buen estado de conservación. Esto ha permitido conocer mejor la civilización romana.
Nada ni nadie consiguió huir de la lava y las cenizas que arrasaron la ciudad, la cual no fue descubierta hasta 1599. Fue encontrada al excavar un túnel subterráneo.
Sin embargo, el arquitecto Domenico Fontana descubrió unos frescos con contenido sexual por lo que los volvió a enterrar y no fue hasta 1748 cuando tuvo lugar el redescubrimiento de las ruinas. Carlos III de España, entonces rey de Nápoles, encargó la excavación a un ingeniero español. Desde este momento la ciudad ha supuesto una fuente constante e inagotable de conocimiento para arqueólogos.
A pesar de todo el tiempo pasado, hoy en día todavía quedan algunas partes de la ciudad de Pompeya por desenterrar.