La crioterapia, que consiste en la exposición del cuerpo a temperaturas heladas, no es exclusiva de una élite, y hoy su aplicación está muy generalizada entre los atletas aficionados.
Al contacto con el frío, los vasos sanguíneos, que son los que llevan oxígeno a los tejidos, eliminan las impurezas que genera el cuerpo, como el ácido láctico, que hace que los músculos no funcionen correctamente y que se produzca fatiga y cansancio general.
Cuando un deportista, o cualquier persona se sumerge en un baño de hielo durante 5 o 10 minutos, causa que los vasos sanguíneos se contraigan y drene la sangre de las piernas.
Esto provoca que las piernas se enfríen y se entumezcan.
En el momento que se sale del agua, las piernas requieren de sangre nueva o limpia, que vigoriza los músculos con oxígeno, saca el ácido láctico y ayuda a las células a funcionar mejor.
Diversos estudios concluyeron, que el agua fría sí alivia el dolor muscular, pero puede provocar una respuesta de choque en el organismo, e incluso puede ser perjudicial.
De ahí que sea necesario llevar un control del tiempo que uno permanezca en esos baños de hielo.
No se trata de que no se acuda al frío para el tratamiento de las lesiones de tejido blando como parte del método tradicional de recuperación.
Lo que hay que tener cuidado, es la temperatura y el tiempo a la que se va a exponer el cuerpo, para el resultado óptimo de esta práctica.