El Super Bowl sigue adelante a pesar de la pandemia, pero con algunos cambios.
No hay nada en los deportes estadounidenses como el Super Bowl: un partido de fútbol americano que sirve de pretexto para fiestas, fanfarrias y una deslumbrante transmisión televisiva en la que los comerciales del medio tiempo son igualmente llamativos para los más de 100 millones de espectadores que van a sintonizarlo.
Pero como todo en este año desde que la pandemia arrasó el planeta, el Supertazón LV en Tampa, Florida, se ha adaptado a las recomendaciones sanitarias por la COVID-19 y se ha reducido, a pesar del entusiasmo porque los Bucaneros de Tampa Bay será el primer equipo de la NFL en disputar un juego de campeonato en casa, el Estadio Raymond James.
A pesar de que el deporte que se juegue en el campo se verá prácticamente igual que en otros años, casi todos los demás aspectos del Supertazón serán diferentes.
Los jugadores, entrenadores e integrantes de la plantilla de cada equipo se han sometido a pruebas de COVID-19 diariamente durante toda la temporada, también en los días que juegan partidos oficiales. Después de que los Bucaneros y los Jefes calificaron a la final, al personal del equipo se le hacen pruebas dos veces al día. Cualquier persona que reciba un resultado positivo debe aislarse de su equipo al menos 10 días. Ni los Bucaneros ni los Jefes han tenido un positivo en más de tres semanas.
Los Supertazones suelen agotar su aforo, incluso para las entradas que cuestan 10.000 dólares o más. La asistencia nunca ha bajado de los 61.946 espectadores que asistieron al Super Bowl I en Los Ángeles en 1967 y en algunos años ha superado los 100.000.
Este año, la NFL acogerá a menos de 25.000 fanáticos, un mínimo histórico para un Supertazón y menos de la mitad de la capacidad del estadio Raymond James. La liga ha regalado 7500 entradas a trabajadores sanitarios vacunados. Otros 14.500 asientos se venderán a aficionados a los que no se les exigirá que se vacunen o se sometan a pruebas antes de entrar en el estadio, y otros 2700 aficionados se sentarán en palcos de lujo. Cada aficionado que asista al partido recibirá un kit que incluye equipo de protección personal, como una mascarilla KN95 y desinfectante para las manos.
La actuación musical de medio tiempo estará a cargo de The Weeknd, quien tendrá la mayor plataforma que puede tener cualquier artista. Esta temporada la NFL ha reducido la cantidad de personas admitidas al campo de juego para reducir el riesgo de exposición al virus, así que es poco probable que vaya a permitir que cientos de fanáticos bailen frente al escenario, como en años recientes.
A menudo, los comerciales televisivos que se transmiten durante el Supertazón pueden llegar a llamar más la atención que el partido mismo. Este año, algunos de los principales patrocinadores de la emisión, como Coca-Cola y Hyundai, han decidido no gastar millones de dólares en segmentos de 30 segundos.
Budweiser, el gigante cervecero en cuyos comerciales han aparecido caballos Clydesdale, ranas y cachorritos lindos, donará una parte de su presupuesto de anuncios a Ad Council, un grupo de publicidad sin fines de lucro dedicado a combatir el escepticismo en torno a la vacuna del coronavirus. Empresas más pequeñas como Uber Eats, DoorDash y Vroom, que han crecido durante la pandemia, lucharán por atraer la atención.
Ahora que la mayor parte de las figuras influyentes planean quedarse en casa, no se llevarán a cabo las glamurosas fiestas del Supertazón, entre ellas el evento anual organizado por el comisionado Roger Goodell, donde se codean los dueños de equipos, ejecutivos de las cadenas de televisión y los amigos de la NFL.
La NFL organizará su fiesta anual previa al partido, que este año se retransmitirá por TikTok e incluirá una actuación de Miley Cyrus. El evento suele atraer a 10.000 aficionados que asisten en persona. En su lugar, 7500 funcionarios del personal sanitario que ya han sido vacunados podrán acudir al espectáculo.