La edificación de Santa Rosa de Viterbo es la edificación que muestra el máximo esplendor del Barroco en Querétaro, merced a sus obras de arte incomparables, arquitectura y al elaborado trabajo de sus retablos.
Transcurrido el tiempo, sus paredes con más de doscientos años de antigüedad han cubierto de pintura una y otra vez tratando de derretir su estructura en los siglos XVIII, XIX, XX y XXI.
Sus paredes encierran más de 200 años de historia y obras de arte inigualables. El templo es de una sola nave, reforzada por fuera con un par de botareles de gran tamaño, ubicados sobre los muros de la parte que correspondería al brazo norte, el que parece sugerir una remota existencia por el arco situado entre los dos contrafuertes que guardan una armonía interior entre las arcadas, y las pechinas. La torre, con campanario de dos cuerpos, está situada en la parte oriente del templo, levantándose desde el rincón noreste del coro alto. El primer cuerpo ostenta el primer reloj de tres carátulas que se construyó en América. Desde lejos se puede apreciar la cúpula en la que se destaca su linternilla, la policromía del tambor octogonal y las columnillas y otros relieves de cantera que resguardan los ventanales. La fachada y la torre, tienen influencia árabe, por lo que pudieran considerarse “Manieristas”. La plazuela al norte del templo facilita la apreciación del conjunto arquitectónico.
El convento y templo de Santa Rosa de Viterbo, fue edificado a fines del siglo XVII principios del siglo XVIII, en honor a la Rosa de Viterbo, virgen perteneciente a la Tercera orden de la ciudad de San Francisco, quien murió a los dieciocho años de edad. Tras su muerte, el cuerpo fue depositado en la iglesia de Santa María de Poggio. Tras una serie de apariciones de Rosa de Viterbo al Papa Alejandro IV, éste mando a desenterrar los restos de la virgen, la exhumación descubrió que los restos de Rosa de Viterbo se hallaban incorruptos (sin descomposición) más tarde la iglesia que protegía sus reliquias, se incendió, sin embargo, el cuerpo de la miembro de la orden de la ciudad de San Francisco, solo cambió de color.
Otra curiosidad de su arquitectura son sus 2 botareles invertidos, los arcos arroscados que se apoyan al lado derecho de la entrada primordial, que conforme afirman, se pusieron para resguardar un posible caiga de la bóveda y apertura de los muros laterales del templo, estos arcos los empleó Francisco Martínez Garduño, en otras de sus obras una de las más hermosas, altas y opulentas de esta ciudad.
Entrando al templo, le sorprenderá el elaborado trabajo de los 5 retablos que están completamente cubiertos con una capa de oro auténtico. El púlpito que muestra una rica ornamentación con incrustaciones de maderas preciosas, marfil, plata y carey. El coro bajo, donde se encuentran el retablo ecléctico, el órgano del siglo XVIII y la capilla del Santísimo, dividido de la nave por un panel con quince medallones y una escultura de Jesucristo en la cruz. El coro alto, a su vez, lo divide un abanico dorado con la imagen de Jesús adolescente. En esta parte también se guarda un órgano Walcker, de principios de siglo. También son dignas de admiración sus múltiples pinturas entre las que destacan: el retrato del capitán Velázquez de Lorea de Miguel Cabrera y el retrato de Sor Ana María de San Francisco y Neve, atribuida al maestro José Páez y considerado uno de los cuadros más bellos hechos a una monja. Por la sacristía menor, es posible comunicarse con lo que fue el convento que aún muestra lo imponente de la construcción y algunos detalles de interés, como los arcos volados en la escalinata y un par de relojes solares sobre la cornisa del segundo nivel del atrio. Su ex convento, el cual ha sido parte de un largo y minucioso proceso de restauración, es ahora sede del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes.
Asimismo, son dignas de admiración sus múltiples pinturas entre aquellas que destacan: el retrato del capitán Velázquez de Lorea de Miguel Cabrera y el retrato de Sor Ana María (Neve), y considerado uno de los cuadros más hermosos hechos a una monja.
Esta obra es una gran parte del reconocido arquitecto técnico queretano Francisco Martínez Gudiño. A Don Ignacio Mariano de las Casas, se le atribuye el reloj (torre) y el órgano del coro bajo en donde estampó su firma.
En el siglo veinte las paredes de este edificio conformaron el Centro de Salud General de Querétaro, para esto se cubrió con una capa de pintura los murales originales que representaban a la temporada Barroca.