El cuerpo humano funciona gracias al magnetismo natural que genera. Resulta increíble, pero es cierto. Estos son los grandes secretos que esconde la Magnetoterapia como técnica terapéutica para curar y aliviar dolores.
La Magnetoterapia es una terapia alternativa a la medicina tradicional consistente en la utilización de imanes en el cuerpo para mejorar o curar lesiones, heridas, inflamaciones, etc.
Diferentes estudios han demostrado que existen mejorías y beneficios en las personas tratadas con técnicas magnéticas. Además la FDA ha aprobado diversos productos o dispositivos que usan el magnetismo con fines médicos, sobre todo complementos a tratamientos óseos y depresivos.
Lo usan mucho los deportistas de élite, como David Villa, Rafa Nadal o Valentino Rossi, que quieren acortar sus plazos de recuperación y poco a poco se va viendo más en hospitales, clínicas y centros de salud.
La Magnetoterapia de alta y baja frecuencia funcionan debido a que en el organismo existe una gran cantidad de iones libres e incluso moléculas equilibradas eléctricamente (como el agua) que funcionan como dipolos debido a la orientación de sus cargas, cuando se someten a la influencia de un campo magnético, se aporta un incremento del movimiento a estas substancias por efecto de encontrarse en medio de un campo magnético oscilante y ser repelidas o atraídas en función de su carga, este movimiento extra acelera los procesos químicos en el organismo, favorece la acción de la bomba sodio potasio y ayuda a regular los intercambios en un tejido en que estos se veían disminuidos por la acción de una patología crónica o inflamatoria.
La Magnetoterapia actuará también sobre el tejido óseo, la linfa, los músculos, en todos estos casos va a acelerar el trofismo y favorecer los procesos de rehabilitación.
¿Para qué sirve la Magnetoterapia?
La Magnetoterapia se usa en muchos campos médicos, aunque se ha centrado especialmente en el tratamiento de articulaciones y lesiones musculares. Entre los problemas de salud que pretende tratar se encuentran:
• Artritis y otros problemas de articulaciones o huesos.
• Migrañas.
• Dolor, tanto leve como grave o crónico.
• Lesiones musculares o de ligamento, tendones y esguinces.
• Depresión, estrés o ansiedad.
• Cáncer.