Todos los hemos visto en las cocinas mexicanas y forman parte de nuestra cultura popular. Son los utensilios de peltre, esos trastos que poseen un fondo azul con puntitos blancos, aunque existen con otros colores y formas. Durante mucho tiempo, los trastos de peltre fueron despreciados como de baja calidad, pero hoy su popularidad resurge.
El peltre puede ser una aleación de estaño, cobre, antimonio y plomo; una vez fundidos los metales se forman los utensilios y son revestidos de una capa de esmalte cerámico o peltre barnizado. Debido al plomo, muchas veces se consideró que su uso podía ser tóxico para el ser humano. Existen tres tipo de peltre: fino, trilfe, lay o ley. Los dos primeros contienen bajas o nulas cantidades de plomo, por lo cual se pueden usar sin riesgos para contener alimentos.
Hoy, lo que se conoce como peltre es acero esmaltado o porcelanizado. Primero se forja el acero según el utensilio en que se convertirá y luego se esmalta. La fundición ocurre a 75-800 grados centígrados, por lo que al enfriarse la capa de esmalte queda unida al acero.
Aunque el peltre es muy popular en nuestro país, su origen se remonta a la Alemania del siglo XVIII. En ese entonces se producían utensilios de cobre, metal que modificaba el sabor de los alimentos. Para evitar la contaminación del sabor, los alemanes inventaron el recubrimiento porcelanizado. Con el tiempo la técnica llegó a América y se popularizó.
Entre las grandes ventajas del uso de trastos de metales barnizados se encuentra su bajo costo, su resistencia, conservación de calor y la no alteración del sabor de los alimentos. Además, es un material fácil de limpiar.
Actualmente existe una gran cantidad de diseños de trastos y utensilios de acero barnizado con diseños contemporáneos. Sin duda, el peltre forma parte de nuestra cultura gastronómica y tendrá presencia por muchos años más.