La Vaquita Marina vive en un polígono de 1800 kilómetros cuadrados, y durante muchos años se le consideró una figura mítica.
El Alto Golfo de California, es hogar de un carismático y esquivo cetáceo. La vaquita marina se refugia a profundidades de 20 a 40 metros, en zonas de mareas fuertes, y no es muy fácil de ubicar, pese a vivir en un área bien localizada, sobre todo actualmente, cuando quedan apenas entre 6 y 20 ejemplares.
En 1958, se le reconoció como especie, y quedó registrada como parte de la fauna del Alto Golfo de California.
Ese aire de leyenda, no obstante, la siguió envolviendo, y fue utilizado de alguna manera, para continuar ignorando el riesgo que se cernía sobre ella, a medida que aumentaba la actividad pesquera en la zona.
A mediados del siglo pasado, fueron las redes que a veces se lanzaban desde barcos para la pesca de camarón, las que atrapaban vaquitas, luego, a medida que fue aumentando la pesca, las redes para otras especies o para la pesca artesanal, cuyo objetivo era el tiburón, el chano o el pez sierra, entre otros; fueron disminuyendo la población del cetáceo.
El peor enemigo de la vaquita, no son los pescadores ilegales o los totoaberos, sino las autoridades pesqueras, que se han dedicado en el mejor de los casos a sabotear la conservación de la especie.
No hay artes de pesca alternativas, a pesar de que se propusieron hace 30 años, no se han desarrollado.
Es muy difícil salvar a una especie, cuando no hay para darle a los pescadores una alternativa socioeconómica o de pesca, y eso no ha existido en el Alto Golfo por muchas razones, ese es uno de los problemas.
El Comité de Patrimonio Mundial, alentó a México a fortalecer sus actividades de monitoreo para evitar la extinción inminente de la vaquita, y asegurar que el área donde se concentran los últimos ejemplares, esté completamente exenta de redes de enmalle.
Al igual que pidió a los países de tránsito y destino de la vejiga natatoria de totoaba, que apoyen la lucha contra este comercio ilegal.