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Xerox y el arte de copiar

Antes del despertar de las máquinas, la copia era un proceso artesanal, largo y tedioso.

Pocos pensaran que un aparato tan tosco y comúnmente olvidado en oficinas de medio mundo, en su momento revolucionó la manera de trabajar, hasta límites insospechados: era la máquina fotocopiadora y la inventó el físico Chester Carlson.

En inicios del siglo XX, cuando comienza la gran era de los oficinistas, aparecieron numerosos aparatos destinados a copiar documentos, una necesidad acuciante para la mayoría de las empresas nacidas al calor del capitalismo. De entre la multitud de ingenios que se comercializaban en esta época, hubo uno que destacó por encima de todos: las máquinas Photostat y Rectigraph. Ambos métodos, desarrollados en la primera década del siglo, ‘fotografiaban’ directamente el documento, es decir, tras una exposición de 10 segundos, generaban un negativo que tenía que revelarse e imprimirse la copia o copias. El proceso como poco, duraba una tarde o un día entero. Esto fue lo que animó a Chester Carlson, entonces trabajador de una oficina de patentes, a construir una máquina de copiar que pudiese hacer las copias en la misma oficina y al instante.

La fotoelectricidad es un fenómeno complejo, cuya explicación le valió a Albert Einstein, el premio Nobel en 1921. Dentro de esa dificultad, Carlson encontró la clave para desarrollar su nuevo invento: la fotoconductividad. Con un material fotoconductivo expuesto a la luz, podría reproducir documentos. Tras muchos e infructuosos intentos, en 1938 pudo reproducir en su laboratorio, la primera imagen xerográfica de la historia.

Chester Carlson patentó su invento, e intentó venderlo infructuosamente a varias empresas, pero no fue hasta 1947, que una pequeña empresa de Nueva York, la Haloid Company, adquirió los derechos de la patente para su desarrollo comercial. La Haloid pasaría a llamarse Xerox Company en 1961, y tardaría más de una década en poder sacar al mercado su primera máquina fotocopiadora automática de papel para oficinas, la mítica Xerox 914. Ésta podía copiar documentos originales a un tamaño de 9x14 pulgadas, lo que son 229 x 356 milímetros. Se trataba de un gigantesco mueble de copiado, con un peso de 294 kilogramos, y unas dimensiones de 107 centímetros de alto, 117 cm de ancho y 114 cm de fondo.

En 1959, tras lanzar en los últimos años numerosos prototipos, Xerox saca por fin al mercado el gran sueño de Carlson. Los resultados no se hacen esperar, y la 914 tiene un éxito brutal de ventas. Cada unidad de la Xerox 914, tenía un precio de 29.500 dólares, cuando llegó al mercado.

Xerox siguió perfeccionando su máquina de copiado, y lanzó cuatro versiones diferentes de la máquina: las 914, 420, 720 y 1000. Estéticamente eran muy parecidas, pero había diferencias en la velocidad del motor de cada una.

En muy poco tiempo, las fotocopiadoras se convirtieron en un instrumento indispensable para cualquier empresa. Muchas dedicaban parte de su espacio de oficina al ‘cuarto Xerox’, el lugar donde se hacían todas las impresiones.

Gracias a sus patentes, la compañía prosperó de forma indisputada, hasta mediados de la década de 1970, cuando otras compañías finalmente pudieron empezar a competir con ella. Luego, cuando en la década de 1980, expiraron sus patentes sobre la tecnología del fotocopiado, comenzó el lento declive de Xerox. Desde entonces, la empresa intentó diversificar su negocio, ingresando sin mucho éxito en distintos sectores, como el de los seguros, y el manejo de inversiones. En tiempos más recientes, desarrolló una línea de servicios a empresas relacionados con la gestión de documentos de oficina, en lo que ha sido relativamente más exitosa, aunque no lo suficiente como para garantizar su supervivencia como empresa independiente.

Mucho tiempo antes de que Microsoft, Apple o Google se establecieran como grandes marcas de innovación tecnológica, Xerox estableció un centro de investigación a inicios de la década de 1970 en Palo Alto, California. ¿Su misión? Desarrollar la tecnología de la oficina del futuro.

En ese centro de investigación, se consiguieron muchas innovaciones que la compañía no terminó de desarrollar comercialmente.

Xerox creó Alto, el primer prototipo de computadora personal, que contaba con el primer procesador de textos WYSIWYG (What You See Is What You Get), que marcó el camino para otros programas exitosos como el Word de Microsoft. El primer mouse de uso comercial, y la primera interfaz gráfica de usuario (GUI) que empleaba íconos, menús emergentes, y ventanas sobrepuestas que operaban simplemente colocando el puntero y haciendo clic.

La empresa no intentó comercializar esa primera computadora sino mucho tiempo más tarde, en 1981, con el nombre de Xerox Star, pero con un precio excesivo $16.000 US, 10 veces más cara que la primera PC, para negocios, ofrecida por IBM, ese mismo año.

Esta no fue la única innovación en la que la empresa no supo capitalizar plenamente sus esfuerzos. En 1973, los investigadores de Xerox crearon SuperPaint, el primer programa informático para dibujar, que abrió las puertas a la animación computarizada. Se cuenta que en 1979, Steve Jobs realizó una visita a los laboratorios de Xerox y que algunas de las ideas que encontró allí, terminaron plasmadas en la computadora Macintosh de Apple.

Pero Xerox llegó aún más allá. En 1995, la empresa de fotocopiadoras desarrolló una tecnología de pantalla táctil, que permitía introducir información en pequeñas computadoras del tamaño de la palma de la mano.

Todos estos productos tenían el potencial de haber convertido a Xerox en la empresa más valiosa de la historia, pero nunca fueron comercializados por esa compañía, pues en muchos casos, sus directivos no consideraban que serían rentables. A pesar de la importancia del papel en el negocio de Xerox, la desaparición de esta compañía en la era digital, no parecía algo inevitable. Al contrario, gracias a sus grandes innovaciones, tuvo muchas oportunidades de haber mantenido su vigencia.

La historia de Xerox como una compañía independiente llegó a su fin, tras anunciarse su fusión con la japonesa Fujifilm para crear una nueva corporación ‘FujiXerox’, en la que la empresa estadounidense, es el socio minoritario.

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