Muchas veces damos hechos por sentado, como si lo que conocemos siempre hubiese sido de esa forma, por eso es importante mirar al pasado y echarle un ojo a la historia, para que podamos comprender mejor nuestra realidad y no olvidar cómo fue construida. Por ejemplo, ¿te imaginas viajar a la República de Yucatán, un país independiente del nuestro? Pues de no ser por la Guerra de Castas en 1847, hoy eso ocurriría.
El territorio
Durante La Colonia, Yucatán abarcaba casi toda la península, es decir, no estaba dividido entre Campeche, Quintana Roo y, por supuesto, en lo que ahora es Yucatán. Todos estos estados conformaban uno solo. Además, mientras estaban bajo el yugo de los españoles, los yucatecos se habían mantenido distantes de los demás mexicanos y no por algún conflicto particular, sino simplemente porque no habían entablado relaciones fuertes. Cuando México se declaró independiente, se extendió una invitación a Yucatán para que formara parte de su República en 1821.
Primera unión: un fracaso
Los yucatecos querían mantener su independencia aunque se anexaran a la República, y así fue por un tiempo, hasta que doce años después, se declaró centralista, que hasta entonces había sido federalista. Esta declaración causó molestias en todo el país, pues se perdía la autonomía de los Estados. Las consecuencias fueron atroces: hubo una rebelión en Zacatecas, Texas se independizó y, por supuesto, Yucatán inició un proceso separatista, el cual culminó con su acta de independencia en 1841.
Tiempo después, mientras don Andrés Quintana Roo había logrado reincorporar a los yucatecos a la República bajo la promesa de no perder su autonomía, uno de los defensores del centralismo había llegado al poder: se trataba del general Santa Anna, quien, en contra de lo que todos esperaban, no restauró el federalismo.
Pero el general Santa Anna no solo continuó con el centralismo, sino que también ordenó la invasión a Yucatán. Sin embargo, lo que parecía ser una victoria terminó en retirada pues para cuando el ejército mexicano había llegado a la capital yucateca optaron por huir, ya que los yucatecos habían desplegado un ejército impresionante conformado incluso hasta por mayas. Sin embargo, Santa Anna no se quedó con los brazos cruzados, solo cambió de estrategia y ordenó un bloqueo económico, el cual impidió el intercambio de mercancías y obligó a los yucatecos a firmar varios acuerdos el 8 de diciembre de 1843, en los cuales se reconocía a Yucatán como “Estado especial”. Esta vez la unión duró muy poco, pues el 1ero de enero de 1846 los yucatecos se declararon independientes de nuevo.
Guerra de Castas
Todo parecía indicar que Yucatán se quedaría independiente, pero de repente, en 1847 cuando Santa Anna aún era presidente de México, estalló una guerra interna, impulsada por la población maya en contra de los blancos. Esta rebelión es conocida como Guerra de Castas. La situación era crítica: se cree que los mayas lograron avanzar a tal punto que casi provocaban que la gente blanca de la región desapareciera. En un arranque de desesperación, el estado pidió ayuda a todos lados: Cuba, Jamaica, España, Inglaterra y Estados Unidos pero ningún país se involucró.
La tercera fue la vencida: anexión definitiva
Al final, ya cuando los yucatecos no encontraban solución alguna, encontraron consuelo en la República Mexicana, quienes se ofrecieron a brindar apoyo económico y militar. Solo de esta forma lograron detener la rebelión indígena y retomar el control sobre los poblados que habían perdido. Además, del dinero que recibió México de Estados Unidos como compensación por la pérdida de Texas, se le dio una parte a Yucatán para que pudiera reconstruirse (150,000 pesos) mientras que Yucatán, además de dividirse en los estados de Quintana Roo, Campeche y Yucatán, como agradecimiento decidió unirse a la República Mexicana de forma definitiva el 17 de agosto de 1848.